Desde las siete de la mañana en pie para terminar algunos encargos de última hora (vacunar a Triste e ir al banco). Por extraño que parezca, y con precisión alemana cumplimos todos los horarios y a las 10’30 estamos de vuelta en Ciudad Parador con todo empaquetado. Nos despedimos de nuestra mitad habitual (Jose y Ana) y cojos y desmembrados partimos. Así que nos vamos a Málaga acompañados de Paco y Lola y en el aeropuerto da comienzo la operación “pata jamonera”:
– las bicicletas no caben en el escáner. Tenéis que llevarlas al grande.
Bajamos por las entrañas del aeropuerto hasta el gran escáner (que era escasamente unos 5 cm más ancho)
– pues no entran.
Y dirás tú, ¿como es que no entran?. Pues porque a Paco se le ocurrió que era una idea estupenda no quitar la rueda delantera…. superado esto gracias a la insistencia de Paco volamos a París en compañía de Leslie. Buena jugadora de pádel, mejor persona. Nos hizo el viaje muy entretenido evitando incluso que Lalá gritara en el despegue y aterrizaje del aparato. Allí, tras solventar el problema “no hay carros en el aeropuerto” cogemos el coche, montamos todo en la furgo-focus y a Metz que nos vamos.
Múltiples vueltas para salir porque no teníamos gps. Pero al final, a las 1’30 de la mañana damos con el hotel/residencia/albergue.
El viaje Lalá preocupada porque no habíamos avisado de que llegábamos tarde. Ella lo intentó, pero contestaba una grabación en francés “pour la registracio…. marque dú….” y así un sinfín de opciones que no entendía, incluso dejó un mensaje y tras cinco minutos estaba hablando con su propia grabación. Tras cuatro intentos, y no quiero saber cuántos euros, intuí que era el momento de dejarlo. Así que a las 1’30 no estaba muy claro si nos dejarían entrar, y mira que recepcionista había.

Una bendita máquina amarilla (la misma con la que Lalá estuvo echando un rato al teléfono). Estamos en Metz, ducha calentita en el baño/camarote y a dormir