Este año haremos en canal de Nantes a Brest. Aquí empieza nuestro viaje en bici. Brest es dónde hemos despertado. Leche calentita en nuestra furgo y a buscar un sitio para aparcar en Chateaulin que es donde empieza la parte ciclable del canal . No está lejos, llegamos en media hora y hay párking en el pueblo. Pero cuando llegamos es el día de mercado y está todo petado. Como la Bola Azul los lunes (referencia para Almerienses). Claro que Paco es un Cantón y no tardamos en encontrar un sitio al lado de la iglesia. Bajamos las bicis, nos preparamos y estamos listos para rodar en 10 minutos. Esperamos que la furgo siga ahí cuando volvamos.
El camino se encuentra fácil, pero nadie nos quita dos kilómetros perdidos. En realidad no hay señal alguna, pero es tan sencillo como ir en contra de la corriente. Cuando empezamos las sensaciones son geniales, vamos rápido y nos encontramos pletóricos. El paisaje es espectacular, nos recuerda a la selva negra. Árboles gigantes y una cantidad de verde que no deja ver el bosque. Los kilómetros van cayendo, pero no podemos evitar parar a hacer fotos. Todavía no sabíamos que iba a ser así todo el rato.
Llegamos a un lugar con un bar, un embarcadero y una mesa de madera. Ni nos lo pensamos. Cerveza, llenar agua y comida de infernillo. El Bretón del bar se ofrece a llenarme el bidón de cerveza, y por Odín que le dije que sí, pero se lo tomó a broma y lo llenó de agua fresca. Mi gozo en un pozo.
Terminamos de comer y acto seguido empezamos a rodar. Error de principiantes: a Paco le cuesta la vida encontrar el ritmo, Lalá va delante y va como una moto. Las piernas no quieren y la falta de forma física se hace patente, bueno, toca apechugar. No hay mal que mil años dure, esto será así solo los primeros quince días.
Mientras tanto el paisaje sigue siendo de cuento y entre foto y foto llegamos al pueblo. Cabe destacar que la ruta no es turística, casi no nos cruzamos con nadie y entre pueblo y pueblo tan sólo hay 20 y tantos kilómetros de camino, algún banco de madera y NADA más. La verdad, esperábamos algún bar más 😉
Al llegar al siguiente pueblo el camping está en la orilla del canal, pero el pueblo está en todo lo alto y a Paco le toca catar la cuesta porque no se acordó de sacar dinero y no lleva efectivo para pagar la noche. Madremíademivida que empinado estaba eso. Bonito era, pero que yo no vuelvo. Hay un bar de orilla del canal y ahí vamos a ir.
No encontramos las palabras para definir el lugar. Un Snack bar donde todo el mundo se conoce, los camareros a veces son servidos en una mesa por alguien que hace de camarero que luego es servido…. Muy raro. Un matrimonio que se lleva despidiendo desde que llegamos y que cuando nos fuimos todavía estaba allí, creemos que querían darnos un abrazo a nosotros también. La musiquilla como salida de una gramola de los años veinte imprime una atmósfera entre siniestra/Amélie. Parece que estaban disimulando y hablando a nuestras espaldas sobre cómo quitarnos un órgano o algo parecido. A la mañana siguiente miramos si teníamos nuevas cicatrices….. En sin, todo muy raro. Y sobre todo muy tranquilo. La tranquilidad que se respira es indescriptible. No hay ruido, nadie va con prisa, y la mayoria de las veces simplemente no hay nadie.
Volvemos al camping y hay una familia que nos hace recordar por enésima vez al Cuñado, La100 y al sobrino. Seguro que habría echo buenas migas con esa rubiaja que por tamaño debía de ser solo un poco más pequeña.
Nos metemos en el saco y a dormir hasta la mañana siguiente.